1. El coraje: La primera pregunta que deberíamos hacernos es si acaso el orador, la persona que habla y transmite las ideas políticas, las está transmitiendo con el coraje que se requiere al hablar con su verdad. Debe tener el coraje de soportar las burlas, las decepciones o el genuino daño sin mostrar razón aparente que lo justifique. Es por lo pronto menester señalar que las personas que muchas veces no buscan dar en el gusto a los demás deben tener el coraje para manifestar asuntos que no agraden, produzcan rechazo o sencillamente que las personas las cuestionen y les cueste aceptar ciertos elementos como cierto.
2. El enmascaramiento de la verdad: la segunda cuestión se sucede producto de la primera y hace referencia al ejercicio por parte del orador de cambiar y maquillar ciertas verdades. El orador en estos casos usa palabras refinadas y distractoras, de poco uso cotidiano. Tiende también a armar frases extremadamente largas que le permitan evadir el asentamiento de ciertos hechos fácticos que pueden producir rechazo. No solamente hay ausencia de coraje, sino además encontramos la voluntad por hacer que ciertos elementos claros y evidentes de juicios se esfumen, se disuelvan en la retórica.
3. No a la mala Parrhesía: Debemos no obstante lo anterior cuidarnos a la vez del político que se ubica en el otro extremo de la retórica, y que Foucault asocia con la mala Parrhesía. Ésta Parrhesía es mala dado que el orador, el hablando, el político dice en este caso cualquier cosa con tal de tener razón, con tal de defender la causa propia. Dicha práctica nos revela que el político está profundamente descomprometido con el proyecto político de la república y genera su compromiso con su proyecto personal narcisista.
4. El socavón: El Parresiasta debe estar dispuesto a socavar la relación con el otro. Si vemos que el político dice y hace lo que sea necesario para no perder conexión con sus seguidores, y éstos lo vitorean ya que les fascina lo hablado por el orador debemos considerar encender una luz de alerta. Foucault nos señala claramente que el Parresiasta no busca como el retórico establecer una relación entre los oyentes y lo dicho, sino más bien busca hablar abierta y sinceramente desde su más profundas convicciones sin nunca recurrir a: la generalización, la manipulación o la retórica.
5. La legitimación: Foucault se dedica a descubrir y a estudiar diferentes modalidades del habla, en las cuales se producen diferentes tipos de legitimación. La recomendación es poder distinguir el tipo de legitimación que quiere producir el orador en sus oyentes mediante las diferentes formar que pueden tener estas modalidades.
La religiosa o profética: ¿Me habla de una verdad ulterior? Justifica sus razones y razonamientos, sus ideas y pensamientos en elementos que son de otro mundo, de un trasmundo como tipo de promesas. Aquí ubicamos muchas veces a religiosos y utópicos.
El profesor: ¿Se justifica en un conocimiento técnico, científico y que por lo tanto toma carices de irrefutable o probado? Aquí vemos que busca elementos de la experiencia, elementos de estudio transmitidos a través del traspaso de conocimientos técnicos.
El sabio: Habla desde un conocimiento adquirido con los años que da la experiencia y se ha convertido en un sabio y transmite su pensamiento convencido de que sus palabras son oro. Este tipo de sabios se sienten de tal manera que en la mayoría de las ocasiones no se ven emplazados a aportar a la discusión pública y se tienden a apartar de la sociedad, dada su sabiduría.
El Parresiasta: Habla con y desde su ser más íntimo, habla con su verdad sin enmascararla y en dicho proceso de honestidad aparece ante nosotros como veraz, debe tener coraje para hablar con su verdad y está dispuesto a poner en riesgo la relación que en ese momento lo une con el otro.
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